FOCUS | Capítulo 1

22:40


Si me pagaran por ser una tonta sin reparo probablemente estaría contando esto desde mi mansión, junto a la de Bill Gates. Lamentablemente para mí, eso no ocurrirá, la idiotez adolescente no es algo que se pague (a menos que seas un youtuber) y con la mala suerte que tengo dudo que alguien lo haga. Apostaría el dinero de mi almuerzo a que si lo hicieran, mi representante me estafaría y se marcharía con todo el dinero, porque si de chica con mala suerte se trata, yo, Nana Oreilly, supero a todas.
¿Dónde quedó la modestia, linda?
Cierto, cierto. Dejaré de presumir sobre mi mala suerte, aunque dudo mucho que alguien pueda presumir aquello... ¡Pero no tengo nada más que presumir!
Patatas cocidas, dejaré de divagar.
Bueno, en realidad no hay mucho que decir... Soy una adolescente más, el bicho raro de la familia, la hermana menor de la flamante y super popular Claire Oreilly, la chica invisible de segundo año y la acosadora anónima de Drake Robin.
Espero que lo último no salga en mi expediente, pero vamos, tengo un futuro asegurado como espía o investigadora secreta.
Como en toda historia él no tiene idea de mi existencia. Soy un cero a la izquierda que se sienta junto a la ventana para ver, con algo de suerte del destino, si mi novio sale a entrenar. Él todavía no sabe que somos novios, ni que nos casaremos; prometo que se lo diré cuando hablemos.
Lo amo, lo adoro, le tengo un altar en mi habitación. Es mi senpai y yo soy su yandere, con la pequeña diferencia que yo no ando matando personas y mi vena asesina aún no se desarrolla.
Soy una adolescente como cualquiera... Una adolescente que confundió la tintura de ropa con el champú y ahora tiene el cabello color chicle de mora.
¿Qué más da? De todas formas soy una invisible para todos los seres terrenales.
Todos, excepto...
—Señorita Oreilly.
Esa es la profesora Sproge, nos hace matemáticas y para mí matemáticas es sinónimo de odiar a la persona que enseña matemáticas, por eso (y porque suele tratarme como un trapo siempre que puede) la detesto. Es una mujer joven, sí, pero con el alma de una vieja amargada que vive y muere por el reglamento del colegio. ¿Y qué creen? Justamente hoy no cumplo con el reglamento.
—Se equivocó de Oreilly, profesora.
Le enseño mis dientes y pretendo entrar al colegio, pero claro, ella me detiene del hombro. Además de tener un deseo prohibido por el reglamento también tiene complejo de portera. Se suponía que hoy no la tendría que ver.
—Qué graciosa. —Hace lo que parece ser una sonrisa, una muy tétrica—. ¿Qué dice el artículo 18 sobre la vestimenta del colegio?
—Está prohibido llevar el cabello de algún color llamativo que no sea natural y acorde al uniforme del colegio; colores como: azul, rosado, rojo chillón, amarillo, verde, violeta... ¿Ya ve? Amo tanto el colegio que aprendí el reglamento de memoria.
En realidad aprendí el reglamento para que Sproge no tuviese con qué culparme. En vista de su odio inexplicable hacia mi persona, usando la excusa de no cumplir con el reglamento, tuve que leerlo y memorizarlo. Fue una noche horrible, llena de sollozos y gimoteos.
—Exacto.
Asiente, cruzándose de brazos. Por un momento no se escucha más que los gritos de los demás estudiantes entrando al colegio, mientras ruego que por un milagro me quede calva y no note mi nuevo color de pelo. Obviamente es imposible, El manda más de allá arriba quiere que sufra, seguramente por reírme de ese tipo en bicicleta que voló por los aires cuando el auto chocó contra un auto. Sí... debe ser por eso ¡y no me arrepiento de nada!
—Entonces, ya que tuvimos nuestra charla sobre lo bonito del reglamento me iré a clas...
¡Alto ahí loca!
—La veré hoy después de clases en la sala de detención. Buen día.
El timbre suena justo en el momento que lanzo un gimoteo. La sonrisa satisfactoria de Sproge es todo lo que me queda en mente cuando mis pies se arrastran por el suelo hasta mi casillero. Ir a detención con los más revoltosos del colegio no es algo que me guste, de hecho, me gusta tanto como mi nuevo color de cabello.
—Qué horror, hasta vergüenza me da que sea mi hermana.
Un empujón es todo lo que siento, "La señorita perfecta" pasa a mi lado riéndose a carcajadas junto a sus amigas y un montón de miradas la siguen. Ser popular no es cuestión de familia, yo soy la prueba de ello. Soy tan invisible dentro del colegio que en más de una ocasión me han confundido con un basurero. Claro, yo tengo la culpa, en parte, de quedarme de pie junto a éste.
Coloco la clave del casillero y miro hacia los lados por si algún sospechoso osa a mirar dentro, no sería muy lindo que alguien descubra las fotos de Drake y los millares de corazones que las decoran. Esto sólo es un 30% de fotos que tengo de él, las demás están bien pegadas en mi habitación, y la más hermosa donde sale con su torso desnudo está enmarcada y puesta en el centro de mi velador junto a un mechón de su castaño cabello.
—¿Dónde está mi dinero?
Esa singular voz es de Adam, el chico raro del periódico escolar, quien saca fotos y es mi proveedor personal de fotografías sobre Drake. Lo bueno de él es que conoce mi obsesión inocente por mi caballero dorado y no le interesa en absoluto; hay dos cosas que mueven al chico con ojeras, el dinero y los zombis.
—Te lo traigo mañana, ¿sí? —Está más pálido que de costumbre, supongo que trasnochó viendo a sus amores no-muertos otra vez—. Tengo un problema aquí arriba, ¿sabes? —Señalo mi cabello.
—¿Qué le pasó a tu rubio teñido?
Agarra un mechón de mi cabello y lo examina como si se tratase de un experimento, uno muy asqueroso.
—No soy rubia teñida... —Aplano mis labios para no insultarlo. Odio que me llamen así—. Confundí el champú con la tintura para ropa, creo que alguien lo puso en la ducha apropósito.
—¿Y ese "apropósito" es una linda chica rubia con buen cuerpo, muy inteligente y sonrisa perfecta?
Oh, claro, por un momento casi olvido que mi compañero de Literatura tiene un flechazo con mi hermana, así como la mitad de los estudiantes. Si pasaran un día con ella en la misma casa no babearían como bulldog cada vez que ella asoma la nariz.
—Ajá, esa misma.
—Bueno, Chicle de mora, quizás así por fin consigas que el tonto de Drake ponga tus ojos sobre ti.
Eso sería perfecto, pero no es como lo he planeado todo este tiempo. Me encantaría que la primera vez que hablásemos fuese por algo menos ridículo que mi cabello violeta. Siendo honesta, mis fantasiosos encuentros con Drake nunca han sido sobre cómo nos conoceremos y perderemos en la inmensidad de nuestros ojos, sino en citas, encuentros más... cercanos, nuestro primer beso, su propuesta de matrimonio, nuestra ceremonia, el nacimiento de nuestros trillizos.
Ah... cielos, que linda es la vida de una invisible.
Muerdo mis labios y saco el cuaderno de Filosofía. El jueves a primera hora nos toca con la aburrida clase del profesor Finch, quien no hace más que leer y hablar sobre lo fascinante que es Sócrates, Aristóteles y esos viejos que cuestionaban hasta a sus madres. Yo nunca le pongo atención y suelo inventar historias que escribo al final de mi cuaderno, al final en los exámenes siempre saco un sobresaliente. Pero es la única clase donde me va bien sin tener que estar al pendiente, en las demás me va horrible, espeluznante. Cada prueba es una masacre en Texas con la hoja teñida de rojo.
Cierro el casillero y volteo en dirección a la sala. El timbre suena y pone en alerta a todos los chicos como si se tratase de la alarma contra incendios. ¿Y yo soy la ridícula por sentir amor hacia mi caballero dorado? ¡Patrañas!
Arrastrando mis pies con el cuaderno bien aferrado a mi pecho, me encamino hacia la sala de Filosofía. Pero entonces mi mundo se torna de un rosa chillón y mi corazón bombea sangre con prisa, mis mejillas se sienten calientes y no puedo hacer más que paralizarme.
Acabo de escuchar la majestuosa risa de Drake, esa risa celestial que podría curar del estrés a la profesora L. y traer la paz mundial. Benditos oídos los que escuchen la melodía de los dioses del Olimpo. Amén.
—Eh, Drake.
Ahora es cuando mi cabello le llama la atención y nos casamos. ¿Verdad? ¿¡Verdad?!
Cierro mis ojos con fuerza y cuento los segundos para que nuestro primer encuentro se lleve a cabo. Pero después de los veinte segundo nada pasa. Melón con vino, ni con el cabello de un color ridículo logro llamar su atención.
Quizás para otra ocasión.
Gracias Dios por no dejar que me vea así de tonta y ridícula.
Gimoteo de camino a la sala de detención. Lo peor de tener que quedarme después de clases, es que me demoraré una eternidad en encontrar alguna peluquería sin muchos clientes y regresaré a casa muy tarde. No quiero que un violador me vea sola por la calle oscura, me estoy reservando para Drake.
—Oreilly —Al parecer, a Sproge le encanta decir mi apellido—. Pensé que no vendrías, casi voy a la entrada a buscarte y traerte.
Que halago, vamos, esta profesora tiene una obsesión conmigo. Es como el robot de Terminator 2, que seguía a Connor y su madre hacia todos lados. ¿Será que la profesora Sproge es como él? Nah, Úrsula de La Sirenita le queda mucho mejor.
—Sé que está feliz de verme, no tiene que demostrarlo.
Frunce el ceño y abre sus labios, pero unos gritos a la vuelta del pasillo la detienen, parece que hay una pelea.
—Qué rayos está pasando...
Su actitud es como la de Popeye después de comer espinacas, da zancadas grandes y se pierde de vista al girar hacia el pasillo. De pronto me encuentro escuchando sus regaños y con una posible vía de escape de la sala.
La puerta está junta y el pasillo largo hacia la salida despejada, no hay moros en la costa.
¿Debería quedarme o escapar hacia la libertad?

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