FOCUS | Capítulo 4

22:44



La música de Psicosis suena dentro de mi cabeza en cuanto mis ojitos dan con la profesora Sproge en la entrada del colegio. Esa mujer amargada no podía dejarme ir tan fácilmente, incluso después de ser testigo de mi fatal golpe en la nariz.
Oh no, ella necesita descargar su enojo siempre sobre yo, porque soy voluble y nadie defendería a alguien que confunden con un basurero.
¡Pepino italiano! ¡Ni siquiera soy tan cuadrada para que me confundan con uno!
Ellos envidian mi figura. Sí, eso debe ser. Envidian mi parecido a Venus. Pff, ¿a quién intento engañar? Comer chocolate me hace mal, quizás desvariar demasiado. Aunque dándole una vista gorda a mis divagues y fantasías, tenerlas con Drake es muy emocionante. De camino aquí me casé por décima vez con él, fantasiosamente hablando.
—Señorita Oreilly.
Me detiene del hombro antes de que mi nariz atraviese el umbral.
—Profesora Sproge, qué lindo es verla tan temprano por la mañana. —Ajá, claro. Preferiría que los perros de la calle hagan del dos en mi pierna antes de toparme con ella—. ¿Qué se le ofrece?
La altiva mirada de Sproge da conmigo, fría y severa. Su puntiaguda nariz es todo lo que veo al alzar mi cabeza. Ella es más alta que yo ¿o será que del miedo me voy achicando más?
—Inspección —pronuncia.
Como una masajista cansada de su trabajo, comienza a frotar mi cabello buscando algún rastro del color violeta en mi cabello. Revuelve mi cabello apropósito, a menos que sea fans de los peinados afros y quiera hacer uno en mí, cuestión que dudo.
Ella sólo quiere despeinarme.
—¿Está todo en orden? —pregunto, colocando mis manos como visera.
—Sí, sí... —repone por fin dejándome en libertad—. Procura no volver a teñirte el cabello con porquerías llamativas. Ahora, deja ver tu nariz. —Hago mi esponjoso cabello hacia atrás y alzo la barbilla para que pueda verme. Sproge coloca sus manos en la cintura inclinándose en mi dirección. Luego de unos segundos vuelve a enderezarse, tornándose la mujer recta y con mirada altiva—. No parece mal, puedes entrar.
Mi quijada se descolocó. ¿Acaso estaba preocupada de mí? ¿Sproge? ¿La persona que siempre tiene una excusa para detenerme en la entrada y regañarme? Madre de todas las madres... ¡Creo que lloraré de alegría!
Necesito contárselo a alguien... ¿a quién? Espárragos fritos, ojalá tuviese amigos.
—Mi dinero.
Adam ha puesto su mano justo por debajo de mi nariz esperando que le dé su dinero a cambio de las fotografías bellas y artísticas de mi novio no declarado. Lamentablemente, al salir disparada mi casa no traje su pago, ni siquiera traje dinero para mi almuerzo.
¡Vamos, salí como el corre camino para advertirle a Drake sobre Fry! ¡Y ni siquiera lo he visto!
Mi fuerza vital depende de Drake, verlo me recompone las baterías.
—Te lo traeré mañana, sin falta.
—Chicle de mora, cada vez vas aplazando más y más el pago.
—Lo sé, Adam, pero tengo problemas. ¿Por vas a mi casa después de clases? Te pagaré todo lo que te debo ¿y quién sabe? Quizás puedas quedarte a cenar con mi familia... y Claire.
Mi proveedor lo medita unos segundos. Tiene dos ojeras enormes que lo hacen parecer un drogadicto. Yo sé que Adam es fanático de los zombies, pero comienzo a sospechar que sus adicciones van más allá que los come-cerebros.
—Suena tentador —dice finalmente—. Acepto, te veo después de clases. Si no llegas, tendrás que regresarme las fotografías.
Hago un saludo militar.
—¡Señor, sí señor!
Adam no hace más que blanquear sus ojos y marcharse.
Le hago unas animosas señas como despedida, pero retraigo la mano al sentir un choque eléctrico mítico casi irrealista que revoluciona mis hormonas. Oh, sí. Mi sentido olfativo se agudiza al sentir el perfume de Drake; usa uno de Hugo Boss. En mi cabeza, una alarma resuena y mis neuronas tienen carteles gigantes de color blanco y con letras rojas en mayúsculas que rezan: ALERTA.
Me quedo estática observando a Drake pasar junto a sus dos amigos. Tiene un trasero tan esponjoso...
¿Dije trasero? Era cabello.
Detrás le sigue Claire y sus subordinadas payasas que siempre se ríen de no-sé-qué. Pasan arrastrando todas las miradas a su paso, como si fuera una pista de modelaje. Bah.
El timbre indica que debemos entrar a clases ya. Arrastro mis pies hasta mi casillero si caso el cuaderno para la clase con los movimientos de una tortuga. Odiosamente, para mi mala fortuna, Sproge es la primera que da clases este día. Verle otra vez no me cae en gracia, para nada.
—Oye, tú.
Me doy vuelta y una fuerza me estampa contra los casilleros. Me quedo atónita sin comprender qué ha pasado, hasta que Fry esboza una sonrisa que mataría a cualquiera.
—Creo que se te pasó algo —habla volteando su cabeza en dirección al largo pasillo. Ya casi no hay estudiantes, tampoco creo que alguien piadoso me rescate de aquí.
—¿Qué cosa? —pregunto, aunque sé de qué habla. Quiere que entregue el mensaje.
Me encojo de hombros buscando ocultar mi cabeza al notar que Fry se acerca a mí. Escucho un "je" en mi oreja. —Sabes perfectamente de qué hablo, bonita. El mensaje para Drake.
—No lo golpees, no le hagas nada —le ruego, apoyando mis manos sobre su pecho y empujándolo—. No a él, con Lernan puedes hacer lo que desees.
—Ohh... —exclama con sorpresa—. Te gusta Drake. Traicionera, yo te llevé a comer hot dog y a la peluquería, ¿qué hombre hace eso hoy en día? —Niega con la cabeza, decepcionado. No sé si lo está de verdad o está actuando para que me sienta fatal—. Todas son igual, maldita sea... Bien, no importa. Ahora tengo un motivo más para romperle su asquerosa nariz.
—¡No! —Lo detengo del brazo—. Le daré tu mensaje, haré que resuelvan sus asuntos, pero no destroces su nariz, es perfecta.
Fry hace una mueca de asco y sacude su brazo para que lo suelte.
—Rodolfo, ¿sabes todas las infecciones que guarda la nariz? No sé cómo tienes apetito para decirle perfecta. Tampoco sé cómo tienes el estómago para sentir cosas por Drake —chasquea la lengua—. Mujeres...
Es la hora. Ya no tengo vuelta atrás. Mis pies se manejan solos, con determinación. Después de hacer esto seguramente moriré, así que en mi mochila tengo un testamento donde exijo, explícitamente, que en mi féretro metan todas mis fotos de Drake, y sus pertenencias, y demás puede irse por el retrete... o mejor a un hogar para niños.
Eso está mejor.
Drake y Lernan suelen charlas a estas horas detrás de las gradas. Muchas veces creí que se ponían a consumir drogas o iban a besarse con chicas. Pero nop, mi frágil (y muy pervertida) mente no dio abasto cuando descubrió que los dos amigos simplemente jugaban a las cartas.
Le he pedido a la profesora Sproge que me deje ir al baño. Ella, sorprendentemente, ha aceptado. Salí echa un pedo de la sala y corrí hasta las gradas por la cancha. Ahora estoy temblando de nervios, cada uno de mis pasos en torpe. A medida que más me acerco, todo mi compuesto orgánico pierde su esencia.
Drake y su amigo, Lernan, me miran confusos. Se levantan del suelo dejando las cartas en el suelo, y en cuanto llego a su lado, ambos me miran esperando alguna explicación de mi aparición.
Me voy a desmayar.
—Ah... y-yo so-soy...
Voy a vomitar.  
—Eres Nana Oreilly—dice Lernan—, la rubia que golpeé ayer de casualidad.
—¿Nana Oreilly? —le pregunta Drake a su amigo, ceñudo. Luego vuelve a mirarme.
Voy a enfermar.
—Dr-Drake yo...
—¿Cómo sabes mi nombre?    
—Ah, yo...—estrujo mi playera. Mis mejillas hierven al rojo vivo— yo sé muchas cosas sobre ti.
—¿En serio? —Su sonrisa perfecta de modelo se ladea. Espero que no enseñe sus dientes porque juro que me desmayaría con sólo ver el brillo de éstos.
—¿Eres una acosadora? —cuestiona Lernan— Era de suponerse, tienes toda la pinta de una. Drake, hermano, ¿por qué no...?
El "Shh" de Drake lo hace callar al instante. No puedo creer que mi crush, la persona que he stalkeado desde mi primer día aquí, me esté defendiendo... ¡otra vez!
Es definitivo, estoy muerta. Estoy en el quinto cielo.
—Déjanos —le ordena. La cara de Lernan se cae al suelo, y ni siquiera puede volver a ponerla en su lugar cuando con un gesto confuso, Drake mantiene su orden. ¡Toma esa! Ahora es cuando me propone matrimonio. Espero que no salga corriendo o me amedrente por ser su acosadora número uno—. Dime, Nana —¿Ha dicho mi nombre? ¿Sí? Creo que mi tonto nombre nunca fue tan perfecto. Alguien... agarrarme antes de que me desmaye—, ¿qué otras cosas sabes sobre mí?
Eso no se pregunta. Es decir, es como pedirme que cuente el pelo de mi cabeza. Si existiera un trabajo sobre cosas que sé de Drake, entonces sería la jefa de la empresa. Pensándolo bien, no suena nada mal...
—S-sé que te ll-llamas Drake... Ah... uhm. —¡Estúpidos nervios, no lo arruinen ahora!
Sonríe con ternura enseñando sus diamantes- Digo, dientes. Era dientes. Creo que estoy ciega y bien morida.
Drake pasa su mano por el cabello desordenándolo un poco. Ese aspecto de chico malo lleno de testosterona me mata.
—¿Sabes algo más... privado? ­¿Dónde vivo, color favorito, notas, gustos musicales...?
Asentí mecánicamente.
—Vives en el barrio alto de la ciudad tu color favorito es el azul oscuro eres uno de los mejores en el colegio te gusta todo tipo de música pero la mayor parte escuchas Indie no te gustan los animales ni las personas tu grupo sanguíneo es AB te encanta la gelatina y prefieres no comer en el colegio.
¡Demasiado rápido, tonta!
Ahora es cuando dice: "Mira, te presento esto: se llama comas". ¿No? Bueno, nop.
—Genial, eres perfecta. —Respira hondo y se posiciona frente a mis iluminados ojos. Creo que lloraré, por fin estamos hablando... aunque es una conversación bastante rara—. Eres la chica perfecta para mí.
¿Estoy soñando?
—¿A-ah sí?
—Eres lo que estaba buscando Mama —pronuncia, colocando sus manos en mis hombros.
—Me llamo Nana.
—Eso... Nana. Te tengo una propuesta, y debes decir que sí.
Mi deseada propuesta de matrimonio ha llegado. Ahora entraran por la puerta los sujetos con los arreglos de flores, los pajaritos mágicos que tejen vestidos por arte de magia entrarán por la ventana, un caballo blanco galopará hasta aquí con un cura para que nos case, Cupido volará alrededor de nosotros y en sus manos tendrá una almohadilla que guarda nuestros anillos. Entonces, Drake se arrodillará y me pedirá matrimonio.
Fin.
—¿Estás ahí?
¡Acepto, Drake, acepto!
—Sí ­—Mi sonrisa se ensancha—. ¿Cuál es la propuesta?
Sus ojos me miran como sólo lo había hecho en mis más ardientes e imposibles sueños. Estoy embobada viendo su sublime rostro, sintiéndome en el mismísimo paraíso.
—¿Quisieras salir conmigo?

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