C u a r e n t a y t r e s | Díselo a la Luna
1:04
Antes de poder reaccionar y saber
que la jodí en grande, antes de aventurarme buscando alguna solución a tan
enorme problema, antes de sentir la pesadumbre de haber expuesto información
futura a Claus Gilbertson, antes de que todo se fuera aún más a la mierda, tuve
que ser consciente del mal rollo por el que estábamos pasando Shanelle y yo.
Poco a poco tras conocer la
fatídica noticia de la muerte del legionario Jaho, el bullicio del exterior
expuso de manera frenética lo imperativo del tiempo y me situó en la realidad:
la sala de cámaras. Como no había mucho tiempo pues nuestro pellejo estaba
expuesto, pese a la revolución estudiantil que Sindy y las chicas tenían
afuera, Shanelle y yo debíamos salir lo más pronto posible. Ya parte del
trabajo estaba resulto, conocíamos a las dos chicas y quién estaba detrás de su
acoso; lo que quedaba pendiente era buscar alguna forma de detenerlos.
¿Cómo lo haríamos? Eso fue más
simple de lo que creía que haríamos.
Lamentablemente, al caer en
cuenta de la situación de nuestro encierro, Shanelle y yo quisimos salir lo más
rápido que nuestras extremidades, aún tensas por la noticia de Jaho, pudieron
permitirnos.
Apenas abrimos la puerta de la
sala nos encontramos cara a cara con el encargado de seguridad, el mismo que,
con llave en mano, nos miró asombrado por nuestra impertinente aparición desde
el interior de la sala a la que él pretendía entrar para ver qué tan espantosa
era la revolución estudiantil. A su lado, con el ceño fruncido a más no poder,
el director.
Ninguno de los dos tardó mucho
para deducir que el escándalo armado por la antigua presidenta del Consejo
Estudiantil era un medio para distraer a los profesores y las autoridades con
el fin de que nosotras nos ocupáramos del registro de las cámaras.
Como a dos prisioneros, el
director nos ordenó —con una voz autoritaria que nos hizo temblar del susto—
acompañarlos a la revuelta armada en el hall principal de Sandberg, donde las
chicas llevaban el ritmo singular de una melodía con rimas más pegajosas que un
chicle bajo el sol. Es curioso que diga esto, que recuerde a los estudiantes
reunidos gritando a todo pulmón, que retenga imágenes borrosas de las manos
alzadas de mis compañeros y los gestos enardecidos que hacían, pero que no tenga
memoria del cántico que habían inventado.
En fin…
Llegar como dos reclusas en compañía
del encargado de la sala de cámaras y el director tuvo como consecuencia el
decline de todos los que se habían proclamado fieles partidarios de Sindy y la
revolución. Bastó un discurso por parte del director y amenazar con cancelar el
baile de graduación para que todos metieran el rabo entre las piernas.
Por supuesto, esto no se quedaría
así, porque el director se iría de lleno contra las principales responsables:
nosotras.
Nos interrogaron una a una con el
fin de conocer la motivación del Motín Siniestro Estudiantil —nombre dado por
el director mismo— sin derecho a defendernos. Es decir, solo estuvimos
encerrados en la oficina del director siendo interrogadas durante tensas horas.
Nos quitaron los celulares y llamaron a nuestros padres para anunciarles sobre
nuestra indisciplinada conducta. Finalmente, como resultado, nos suspendieron
por una semana y nos negaron la participación en las actividades del
aniversario, así también en cualquier actividad que se realizara dentro del
colegio.
—Tengo que decir que salió mejor
de lo pensado —comentó María cuando las seis estuvimos ya, oficialmente,
suspendidas. Nos encontrábamos en Inspectoría, sentadas en las acolchonadas
sillas frente a la recepción, mismo lugar donde estuve sentada tras mi pelea
con Tracy y Sylvanna.
—¿Pudieron ver quiénes eran?
—preguntó Rowin, quien ya tenía los ánimos repuestos de la suspensión gracias a
un caramelo de chocolate que había sacado de su casillero.
—Sí, dos chicas enviadas por
Claus Gilbertson —respondí yo con un mal sabor de boca—. Qué novedad…
Miré a Shanelle. Ella estaba
mordiéndose las uñas con angustia, la mirada distante puesta en algún punto
invisible del lugar completamente ida. No se encontraba bien. Evidentemente,
enterrarse de la muerte de Jaho le había sentado peor de lo esperado. Yo por un
momento lo había olvidado hasta que di con ella y recordé sus palabras.
—¿Claus Gilbertson? —saltó Sindy
desde el primer asiento— ¿Él? No me lo creo.
—Deberías —repuso Aldana, muy
seria—. Ese chico es una máscara sobre otra máscara.
—Pero es lindo, amable, muy
atento, estudioso, carismático…
—Las características típicas del
antagonista —insistió Aldana en una interrupción abrupta a los suspiros hechos
palabras de Rowin. Al parecer, muchas palabras bonitas para alguien como Claus
no le sentaban bien a ella tampoco.
—Te falta ver más películas
—señaló María en tono de reto.
Poco más duró la charla pues la
llegada del padre de Sindy provocó el silencio rotundo. Era inevitable guardar
silencio frente a su padre; él siempre porta una expresión sumamente seria que
calza perfectamente con su aspecto. Pelo relativamente corto, castaño, barba no
muy abundante, ojos apagados y algo caídos; muy por el contrario al aspecto de
la madre de Sindy, que destella luz y chispas tanto en persona como en la
televisión. Personalmente no soy fanática de su música, sí siento admiración de
la historia que hay detrás de su fama. Además, hace buenos espectáculos.
El padre de Sindy estuvo hablando
un rato con el director y luego le dijo a la recepcionista que se llevaría a su
hija y a su sobrina.
Shanelle y yo fuimos las últimas
en ser buscadas. Como podrás suponer, entre nosotras no hubo mucha plática ni
despedidas cuando mi madre fue a buscarme.
Mi santa madre no se veía feliz
de verme nuevamente castigada, menos por mi suspensión.
—Una semana suspendida —comenzó a
decir mientras encendía el auto—. Ni siquiera a mí me dieron una suspensión en
el colegio y bien no me portaba. ¿Cómo una niña que luce tan buena puede
meterse en tantos problemas? No entiendo. De verdad, esta es la época tardía de
la rebeldía.
Yo apenas me podía poner el
cinturón de lo tensa que me encontraba. Mis dedos estaban entumecidos y no por
el frío, sino porque cuando una madre está molesta un solo movimiento significaría
hacerla enojar más.
—Lo hicimos por una buena causa,
mamá. ¿Viste a la chica a mi lado? A ella la encontramos en el baño. Dos chicas
le metieron la cabeza en el retrete. Cuando le pedimos al director ver las
grabaciones del pasillo para saber quiénes eran, el director no lo permitió.
Tuvimos que hacerlo por nuestros medios.
—Por muy buena causa que sea, no
te librarás del castigo. Onne yo te quiero mucho pero necesito ponerte límites.
Parecía que con cada palabra
aumentaba más la velocidad del auto, porque no tardamos en llegar a casa.
Estando allí, en la sala, extendió su mano hacia mí como esperando recibir
algo. No entendí al principio, luego mis sospechas se acentuaron con
pesadumbre.
—Tu celular.
—¿Qué? ¿Es que no basta con el
castigo del colegio?
—Oh, Yionne, sé muy bien que una
semana de suspensión para cualquier estudiante es igual a una semana de
vacaciones.
En eso le di la razón.
—Tu celular —repitió con la misma
voz tajante de la primera vez.
—Bueno… —solté en un suspiro ya
resignado— será una semana sin él.
—Oh no, señorita, un mes sin
celular.
—¿Un mes? Pero si estoy
castigada…
—Me lo debes por las canas extras
que me has sacado gracias a tu amiguito —sentenció estirando aún más su mano.
No tuve más remedio que hacerle
entrega del único medio en el que me mantenía entretenida y por el cual mi
dependencia estaba ya totalmente ligada. Entregarle el celular a mamá significó
que en una semana entera no podría regresar a enmendar el desastre que había
ocasionado diciéndole a Claus sobre su impunidad frente al supuesto suicidio de
Jaho.
Quedarme sin celular significó
que en los días venideros en mi cabeza no rondara más que el terrible hecho que
me mantenía ligada a la muerte de Jaho y en lo malo que posiblemente pudiese
ocurrirle a Rust.
Todo estaba resultando tan
diferente a los viajes anteriores… Era como si las ramas de mi árbol viajero se
separaran más y más hasta romperse.
Claus seguía siendo el malo, pero
yo me sentía como su jodida cómplice. Una silenciosa estratega que movía sus
piezas en secreto mientras Claus se salía con las suyas.
Esto pudo haber acabado de forma
diferente si tú me hubieras dado una información errónea, si me hubieras pedido
que le dijera a Claus alguna mentira. Pero no me advertiste de nada, solamente
te quejaste de mi mal congénito de hacer todo lo que me piden.
Sé que entre tú y yo las cosas
deben ser diferentes, que vivimos vidas, tiempos y cosas distintas, que no
somos amigas, que tenemos diferentes ambiciones; pero yo estoy escribiendo esto
no solo para que me busques, también escribo esto para instruirte. ¿A cuál fin te
aferras con tanta fuerza como para actuar en mi contra?
No intento ponerte como la mala
de la historia, yo trato de entenderte.
Y de que me entiendas.
Lo único bueno de la muerte de
Jaho fue poder estar en casa matando viendo televisión, jugando con los gatos,
comiendo a deshora y durmiendo hasta tarde.
Fue una bella tarde en la que tuve
una oportuna visita. Y sí, estoy siendo sarcástica.
Despertar en medio de la sienta
porque alguien se está metiendo por la ventana de tu cuarto es un
acontecimiento casi traumático que no se controla fácilmente. Yo estuve
alrededor de diez minutos esperando que el angustiado latir de mi corazón
volviera a la normalidad.
¿El causante? Rust, ningún otro.
Él, siempre tan intrépido y
suelto de culpa, vio mi reacción con aburrimiento un momento, luego se lanzó a
la cama.
—Estás exagerando, no es la
primera vez que me ves entrar por la ventana.
—Pero sí la primera en la que me
despiertas. ¿Siempre haces tan grande alboroto para entrar?
—Estoy entrando por la ventana,
no por la puerta, Pelusa. ¿Ya te dije lo linda que te ves con el cabello todo
revuelto?
Por puro revuelo del momento y el
inesperado comentario, llevé mis manos al cabello para peinármelo y de paso
sentí como la sonrisa surcaba por mis labios de manera honesta. Él no tardó en
notarla evidenciando con una sonrisa propia la victoria de su comentario.
Se arrastró hasta los
almohadones, colocó sus manos en contrición y dejó caer su cabeza encima de manera
brusca. Yo que lo observé con el cuerpo flexionado terminé cediendo a la idea
de recostarme a su lado, imitando su posición.
Me encontrábamos a tan poca
distancia de sus ojos que pude verme reflejada en ellos.
—¿Ya te enteraste de que estoy
suspendida? Tu rebeldía es contagiosa.
—Pero qué dices, Pelusa, si yo soy
un estudiante ejemplar de Sandberg.
—Estoy segura de que para los
narizones del colegio tú no eres ejemplo, Rust.
—Siempre me toman de ejemplo como
el prototipo de estudiante al que no deberían dejar matricularse dos veces. ¿Me
creerías si te digo que a mí también me suspendieron?
Rust siendo suspendido no era una
novedad. La verdad, un hito hubiera sido que pasara un mes inadvertido y lejos
de los castigos.
—¿Por qué te suspendieron? —interrogué
con voz queda, esperando ya su respuesta.
—Eh… Digamos que por hacer
justicia por mi propia mano.
—¡Rust! —bramé— ¿A quién
golpeaste?
Gruñó blanqueando los ojos a la
vez.
—Ayer, en la revuelta que tu
amiga armó, un sujeto quiso pasarse de listo. La revolución le pasó la cuenta,
empezó a jactarse de sus buenos músculos y tuve que intervenir. Me desafío en
el mismo hall con un empujón y terminé poniéndolo en su lugar. Sin temor no hay
respeto.
—El respeto se gana sin temor. El
miedo es miedo, no significa más. —Sin haberme dado cuenta, ya tenía mi mano
estirada hacia Rust haciendo círculos con mi dedo índice en medio de su
cabello. Aprovechando el contacto físico, golpeé su nariz en castigo por su
sentido del respeto—. Con el miedo no consigues nada porque…
—… porque en nada queda el
respeto cuando alguien temeroso se encuentra con alguien que infunde seguridad
—continuó él—. Es lo que el padre de Shanelle siempre me decía. ¿Cómo lo
sabías?
—Tú me lo dijiste.
Mi confesión hizo que formara una
mueca arrugada.
—Estoy seguro de que nunca lo
hice.
—Tal vez no en esta vida.
El atrevimiento de mis palabras
provocó que el corazón se me agitara, mas fue el aprovechamiento de la
situación que tomó Rust la que aceleró mi corazón, mi pecho y hasta mis propios
pensamientos. Se colocó sobre mí, con sus piernas junto a mis caderas, las
manos apoyadas en la cama, sus profundos ojos punzando mis labios. Como si
supieran qué reacción tener en tal momento, mis labios se calentaron, se
volvieron sensibles y ansiosos.
—Me pediste que te dijera dónde
iría a parar en caso de que huyera, ¿verdad? Bueno, creo que es buen momento
para advertirte que quizás pronto tenga que hacerlo. Ha muerto un sujeto
importante, alguien que me protegía. Dicen que es un suicidio, pero no me lo
creo. Estoy en problemas, Pelusa, unos serios problemas. Puede que no me vaya
ahora, mañana o dentro de un mes, pero si llego a hacerlo, concédeme este
pequeño momento contigo.
—Vaya forma de pedirlo —zanjé con
el sarcasmo raspando mi garganta—. Es como si el lobo le pidiera permiso a la
oveja para comérsela mientras la tiene acorralada.
Rust se quedó estático, con la
boca media abierta. Soltó un jadeo que se asimiló al intento de una risa y bajó
la cabeza permitiéndome contemplar su cabello rubio.
—Tu sirves mejor que una ducha
fría —pronunció con desgano haciéndose a un lado.
Agarré su camiseta y lo obligué a
que volviera a mirarme.
—Solo este “pequeño momento”.
Mi tono fue el de una
advertencia, pero lo cierto es que tales palabras eran una aceptación clara a
su encubierta propuesta. Rust lo entendió perfectamente, no tardó en acomodarse
otra vez y ahogar la angustia de mis labios en un beso.
De manera lenta subí mi cuerpo
para sentarme sobre la cama y quitarme la parte superior del pijama. Mi torso
sufrió un escalofrío que acabó bajo mi espalda al ser descubierto en su
totalidad. No traía más ropa arriba, y aunque los besos que Rust fue dándome
desde mis labios hasta el cuello causaron cierta electricidad que erizaba mi
piel, poco a poco me iba entregando al calor.
No tardé en desvestirlo de
arriba.
Con esto resuelto, disfrutando de
los besos repetitivos que marcaban un camino hacia mi seno, me recosté en la
cama con los ojos cerrados permitiendo que ese pequeño momento se quedara para
siempre. Sin nada que ver, pero con mucho que sentir.
Abrí mis piernas para acomodarme
bajo su cuerpo. En mi entrepierna sentí la dureza de sus pantalones y sus manos
ansiosas queriendo dar con el botón de su pantalón para despojarse de él. De
manera rápida metí la mano dentro y comencé a acariciarlo. Rust me dio una
mordida suave para acallar el quejido lleno de lascivia que colmó su boca.
Encorvó la espalda y apoyó la cabeza sobre mi pecho.
—Eso… no… está bien —se quejó
atormentado—. Meter la mano así…
Para él fue una jugarreta muy
mala, me miró ofendido y todo.
—Ya sé que este tipo de cosas te
gusta —me atreví a decirle sin dejar los movimientos—. Si lo niegas tengo con
qué respaldar lo que digo.
Deslicé mi mano afuera para
acabar con la compleja tarea que Rust no podía ejercer y desabroché el botón de
su pantalón. Luego bajé su cierre exponiendo así el bulto que con tanta fuerza
quería salir.
Realmente me gustaría pausar el
tiempo y dejar ese pequeño momento para la eternidad, cuando mi relación con
Rust se anudaba y fortalecía, cuando entre nosotros las cosas se formaban para
bien, cuando ninguno de nuestros corazones estaba hecho trizas.
La verdad, ahora, no sé cómo
tomarme mi relación con Rust.
13 comentarios
Wow!!! Amo a rust💕 necesito otro cap😄😄 El mejor libro📖
ResponderEliminarAjajajaja la próxima semana 7u7
EliminarGracias por leer!
Necesito un Tubo de oxígeno.... Rust te amo 😍😘😍
ResponderEliminarRust está demostrando su lado tierno ^3^
EliminarQuerida autotera eres muy buena
EliminarLo amo, me encanta, es perfecto y no hablo sólo del libro 😁💘
ResponderEliminarPor qué dice eso último? Ay! Me confunde, pero igual amó esta historia.
ResponderEliminarOtro capitulo!!!! Por favor, yo quiero leer mas!!!
ResponderEliminarAllen y Levina😍😍😍😍
ResponderEliminarAllek*
EliminarRust es muy tiernito😍❤
ResponderEliminarME EN-CAN-TOOOO! ESPECTACULAR COMO RESULTA TODO.... Espero ver luces blancas para Rust y Onne....sería bueno que al fin ella pueda disfrutar con Rust lo que no ha podido y claro está que Rust comience a pensar mejor....
ResponderEliminarEn cuanto a Claus es un @#$%&#@.....completo capullo...cuando está con Onne ¿Hay realidad en sus palabras o simplemente es para manipularla?....
Me encanto el capítulo, A la espera del próximo que viene ;)
Amo todas tus novelas en seios �������� amé y llore con Jax tenorio y sigo amando y llorando con su legado
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